Baldosas hidráulicas: mosaicos de colores y formas

Marisa Alcore Marisa Alcore
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En las cocinas más modernas o en los cuartos de baño más pequeños, podemos encontrar un material que se repite en todos ellos; un material de características singulares que aportan colorido y diseño a cualquier estancia: las baldosas de cemento, también conocidas como baldosas hidráulicas o mosaico hidráulico. 

Nacidas en Francia a finales del siglo XIX, estas pequeñas piezas de revestimiento se hicieron famosas no sólo por sus infinitamente creativos diseños y colores, sino porque en su fabricación se prescinde de la cocción, como en el caso de los azulejos cerámicos. La técnica consistía en el vertido de una mezcla, a base de cemento, arena y pigmentos, sobre un molde o trepa que se colocaba bajo una prensa hidráulica que lo comprimía. Sin embargo, todo esto no hubiera sido posible sin el invento del cemento moderno: el cemento Portland. Nombrado igual que la famosa piedra de la isla de Dorsey por sus similitudes, este material mejorado compositivamente fue patentado en Inglaterra por Joseph Aspdinen 1842, ofreciendo más resistencia a la humedad y más rentabilidad. 

De esta manera, con piezas de aproximadamente dos centímetros de espesor, se conseguía un material que podía sustituir a la cerámica-gres con un coste de fabricación menor. Además, su fabricación casi manual creaba piezas iguales, pero diferentes. 

A pesar de que las asociemos a los pavimentos de la arquitectura vernácula modernista, los mosaicos o baldosas de cemento hidráulico siguen empleándose en la actualidad por su economía, facilidad de colocación, diseños, características y mantenimiento. 

En este libro de ideas nos sumergimos hoy en el mundo de las baldosas de cemento, explicando su fabricación y materiales, sus características, su colocación y, por último, su cuidado. 

Materiales

El mosaico o baldosa de cemento hidráulica es una pieza de forma geométrica con bordes vivos o biselados empleada para el revestimiento. Se puede colocar prácticamente en cualquier superficie plana en el hogar: suelos, paredes, escaleras, techos, baños, cubiertas, piscinas o fachadas. 

Estas se componen de tres capas diferenciadas:

1. Cara superior: esta capa visible se constituye de una pasta fluida de cemento Portland blanco, arena muy fina y colorante o pigmentos. Su grosor es de aproximadamente 4 mm y se extiende a mano sobre el molde de acero. 

2. Capa intermedia: denominada brasage, esta capa está compuesta de una mezcla de arena y cemento Portland en seco, cuya función es absorber el agua de la primera capa. Su grosor se aproxima a 1 centímetro. 

3. Capa de base: llamada gros, esta capa constituye el dorso de la baldosa y su mezcla es similar a la de la capa intermedia, pero de peor calidad. Su superficie rugosa asegura la adherencia de las baldosas al mortero de agarre. 

A diferencia de los azulejos de gres, estas piezas no son vidriadas. Sus características varían según las proporciones de sus materiales. Sin embargo, debemos destacar su baja absorción de agua, su capacidad de flexión y su resistencia al desgaste. Por otra parte, los colores y dibujos son infinitos, por lo que estas placas encajan en ambientes muy variados creando siempre un efecto espectacular.

Fabricación

Para confeccionar estas tres capas que hemos comentado en la imagen anterior necesitaremos diferentes herramientas. En primer lugar un molde o trepa que integra unos separadores encajados dentro de un marco. Puesto que la primera de las capas es la que contiene los colores y dibujos, es la más difícil de elaborar y, en consecuencia, la que más dinero cuesta. Para conseguir que los colores no se mezclase, estas trepas disponían de unos separadores o divisores, permitiendo dibujos de lo más variados. 

Una vez situada esta primera capa, se retiran los separadores y se añade la segunda capa y, posteriormente, la tercera en el resto del molde. Cuando ya hemos colocado toda la mezcla, es necesario aplicar la presión mediante una prensa hidráulica. La finalidad de esto es unir todos los estratos y compactarlos para obtener piezas lo más consistentes posible. La prensa debe contener, al menso, 120 kilogramos por centímetro cuadrado. 

Una vez aplicado el peso, se extrae el molde y se deja secar la placa. Durante los siguientes días, es necesario rociar las placas con agua para asegurar la curación del cemento. Se dejan secar unos días más y ya tenemos nuestras baldosas.

Colocación

En primer lugar, es necesario decir que las baldosas pueden colocarse tanto en interiores como en exteriores. Sin embargo, según el ambiente tendremos que tomar unas precauciones específicas en su aplicación. 

Si hemos decidido colocarlas en un espacio interior, se recomienda un sellador penetrante y/o encerar su superficie para protegerlos de cualquier mancha de agua, grasa o aceite. Si por el contrario, nuestra intención es colocarlos en un ambiente exterior deberemos proteger el material de los rayos del sol con un sellador penetrante que ayude a preservar su color y brillo natural.

En las zonas húmedas de una casa, desde un cuarto de baño hasta una piscina, deberemos protegerlos también con un sellador penetrante para asegurar su impermeabilidad y, posteriormente, un sellador de composición acrílica. 

Tras estos pequeños consejos, vamos a proceder a explicar el procedimiento de colocación paso a paso por si alguien está interesado en hacerlo él mismo. En cualquier caso, recomendamos siempre la ayuda de un profesional para asegurarnos de que la colocación es perfecta y obtenemos resultados de alta calidad:

1. Debemos asegurarnos de que la superficie sobre la cual vamos a colocar las baldosas, ya sea horizontal o vertical, sea estable, se encuentre bien nivelada y, sobre todo, completamente seca. 

2. Una vez preparada nuestra superficie, aplicaremos mortero de agarre con un rastrillo de dientes gruesos tanto en la superficie del paramento o pavimento, como en el revés de la baldosa. Esto mejorará su adherencia y evitará que se despeguen en un futuro. Este paso será fundamental realizarlo con cuidado ya que la adherencia de las piezas dependerá de él. 

3. Colocaremos las baldosas, una a una, mientras las nivelamos manualmente, (nunca debemos emplear martillos). Una vez puestas sobre la superficie, limpiaremos la fina capa de polvo de la superficies con abundante agua.

4. Para rellenar las juntas, no deberemos emplear nunca cemento de junta tintado porque podrán teñir nuestras piezas de manera irreversible. Para este paso, emplearemos una espátula y tendremos sumo cuidado de no rayar las piezas. A continuación, limpiaremos el exceso de mortero con un paño húmedo  Este paso tendremos que realizarlo inmediatamente después para evitar que el mortero se seque sobre la superficie. El uso de materiales ácidos para limpiarlo está rotundamente prohibido. 

6. Con los cinco pasos anteriores ya tendremos nuestra superficie revestida de baldosas. Ahora dejaremos secar dos o tres días. Una vez fijas las piezas, limpiaremos la superficie con un detergente neutro y si queremos encerar la superficie una almohadilla blanca. A pesar de su gran durabilidad, ¡ojo! no deberemos dejar agua secándose sobre superficie y deberemos ayudarnos de un paño seco para conservar su belleza y brillo natural.

Mantenimiento

En cuanto al mantenimiento y cuidado de este material, recomendamos tener especial cuidado con la arenilla, porque sobre sus superficies pueden resultar abrasivos. Así pues, en el caso de los pavimentos deberemos limpiarlos a diario eliminando cualquier partícula gruesa que pueda rayar irreversiblemente nuestro pavimento. 

Además de la limpieza en seco mediante escobas, plumeros o aspiradoras, podemos emplear detergentes o jabones neutros procurando secar la superficie una vez limpia con paños o papel de periódico. Si queremos devolverle algo de su brillo natural, podemos hacer uso de un enceramiento periódico con un abrillantador y un trapo. 

Una de las ventajas que presentan los revestimientos a base de mosaicos o baldosas de cemento es que la mayoría de las manchas se pueden eliminar con facilidad. De esta manera, para limpiarla solo necesitaremos un jabón y un paño. Sin embargo, si existe una mancha que no sale ni con agua ni con detergente o jabón, existe un remedio que podemos emplear, pero con el que tendremos que tener especial precaución: ¡el ácido oxálico! Aunque hemos comentado antes que es preferible no emplear ácidos para la limpieza de este tipo de material, si es necesario podremos hacerlo, pero bajo estas indicaciones: en primer lugar, deberemos protegernos con guantes e incluso protectores para los ojos los más sensibles. A continuación, humedeceremos el área manchada y frotaremos con movimientos circulares empleando una almohadilla y los cristales de ácido oxálico hasta que la mancha desaparezca por completo. Eliminaremos cualquier residuo, enjuagaremos el área y dejaremos secar. 

Como hemos comentado en la introducción, este tipo de revestimiento se hizo famoso en la época modernista, donde se buscaban pavimentos con dibujos muy coloridos y de composiciones increíbles. Más tarde, fue perdiendo importancia hasta 1950 donde su fabricación cayó considerablemente y fue sustituido por elementos más ligeros. 

En la actualidad, aunque en menor medida que antes, se siguen empleando estas pequeñas piezas crean ambientes ligados con la tradición, pero sin abandonar el diseño, ambientes cálidos, llenos de creatividad donde las paredes o suelos se convierten en los protagonistas de los espacios y de loas más dignos elogios. 

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