5 jardines en las Baleares

María Bausán María Bausán
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Quien conozca bien las Baleares sabe que el paisaje de estas islas tiene un punto mágico y misterioso, quizá debido a sus acantilados y montañas abruptas, y también un aire salvaje que dan sus pinares y arbustos. Las Baleares son una mezcla perfecta entre el azul de su mar y su cielo, el verde de sus pinares y palmeras y el color tierra de sus construcciones y sus playas. Con estos tres colores, así como son sus condiciones climáticas, se debe jugar a la hora de crear un jardín en las Baleares que vaya acorde con las islas.

El clima mediterráneo es suave en invierno pero muy caluroso en verano, con épocas de sequía que nos piden un tipo muy determinado de jardín: árboles grandes que nos den sombra y arbustos y plantas aromáticas que también aportan color. 

No obstante, los jardines de las Baleares han tomado prestado algunos elementos de otras latitudes, como el césped, que si bien no es lo más óptimo en cuanto al uso del agua, si es fundamental para refrescar el ambiente. 

Nos acercamos a cinco jardines en las Baleares que, si bien no se caracterizan por su frondosidad, tienen algo especial que los hace únicos. 

Un xerojardín a orillas del Mediterráneo

Los xerojardines nacieron en Estados Unidos durante los setenta y son un concepto que busca reducir el agua en el mantenimiento del jardín. El xerojardín necesita una cuarta parte de lo que necesita un jardín convencional y esto se debe, más que a la elección de las plantas en sí, al uso eficiente del agua. Por eso es un error creer que un xerojardín solo puede estar poblado por cactus y tener un aspecto seco. También se puede sembrar césped y otras plantas que, aparentemente, requieren más agua. 

Es el caso de este jardín, construido por VIVSA, una empresa dedicada a la bioconstrucción, que tiene en cuenta los aspectos autóctonos del suelo, para un uso más ecológico del mismo.

Un oasis en medio del jardín

Los frutales son la estrella en esta finca de Biniaraix en Mallorca, donde se han decantado por eliminar el césped y dejar los árboles sobre tierra. Todos los frutales giran en torno a la piscina, en la que también se ha preferido el cemento al césped. 

Como en todo buen jardín mediterráneo no podían faltar las palmeras y un par de cipreses, que le dan un toque nostálgico al conjunto. 

Puro verano

Los muros blancos encalados, y esa ropa ibicenca de blanco inmaculado, son una de las señas de identidad de las islas Baleares. Un blanco que al reflejar el sol hace daño a los ojos y nos sume en una especie de letargo, de la que solo nos cura una siesta o un buen baño en el mar. 

Este jardín es un fiel reflejo de esa quietud de después de la comida durante las ardientes tardes de estío: las piedras blancas sobre las que las plantas aromáticas destacan si cabe con más fuerza, los cactus y un pasillo con suelo de madera para dar un punto de contraste. 

Césped y yucas

En este jardín también predomina el césped, pero hay esquinas que nos recuerdan que seguimos en las Baleares y que nuestro clima es cálido: arbustos con flores, una enredadera, una pequeña palmera y plantas de yuca, que con sus hojas puntiagudas nos recuerdan que estamos a orillas del Mediterráneo. 

Este jardín también tiene un porche para resguardarse del sol y de la brisa marinera la noches de verano. 

Amplitud y bungavillas

En este jardín lo que prima es la amplitud, que permite que la vista se nos pierda más allá del horizonte. Además de las palmeras, la sombra de este jardín la trae la cubierta de madera que hay sobre la terraza y bajo la que podemos desayunar contemplando el paisaje y sintiéndonos como reyes. 

Además del césped, el jardín tiene enredaderas en torno a las columnas y una bungavilla, un toque de color ácido que no puede faltar en todo jardín mediterráneo que se precie. 

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